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  • Foto del escritorAntonio Ocaranza Fernández

AMLO en modo blindaje



 

El Presidente inicia su cuarto año de gobierno con una línea de acción clara: el blindaje.

 

Ver publicación en: El Economista


Sabe que encontrará un ambiente cada vez más adverso para sus iniciativas y tiene prisa para construir un andamiaje que asegure perpetuar su legado y evitar que los conservadores -o un morenista menos convencido- lo destruyan.

El escenario presidencial se ha nublado. Él mismo desató las pasiones de la sucesión que tienen a los precandidatos de Morena peleando por espacios en medios de comunicación de los que carece el propio presidente. Con la nueva composición del Congreso la oposición se siente empoderada y cuenta con una capacidad de veto; la negociación es obligada. En lo profundo, Estados Unidos y Canadá expresan inquietud y rechazo a políticas del gobierno mexicano, ya sean energéticas o de lucha contra el crimen organizado.

La operación “blindaje” del presidente implica, por lo menos, trabajar en cuatro frentes: la reconfiguración de su círculo cercano, el control de las instituciones, la radicalización del discurso y la ocupación del espacio público.


  1. El círculo de leales: desde el inicio de su gobierno, el presidente ha favorecido la lealtad por encima de la capacidad. Su promesa de tener el mejor gabinete de México desde Benito Juárez nunca se cumplió; calificarlo a su gabinete de mediocre es mucho. Con los retos del fin del sexenio, AMLO ha decidido rodearse de incondicionales como Adán Augusto Hernández, Pablo Gómez y María Estela Ríos. El presidente cierra el círculo y la tendencia a escucharse a sí mismo se agudizará.

  2. Instituciones afines: el presidente incrementará su ataque a instituciones independientes e impulsará acciones que le permita controlarlas. Eso explica su deseo de reformar el INE, sus ataques constantes al Inai, el debilitamiento de comisiones (CRE, IFT, CNH), la sustitución de Arturo Herrera por Victoria Rodríguez Ceja como Gobernadora del Banco de México, la calificación de las obras públicas como de “seguridad nacional” e incluso el acecho a instituciones académicas como el ITAM y la UNAM. La intención es asegurar que órganos e instituciones que dependen del erario público defiendan la Cuarta Transformación y den sostén ideológico a los cambios que impulsa el gobierno. “No pago para que me peguen”, dirá.

  3. Discurso de asedio: la mesa está puesta para que el presidente desarrolle una campaña en contra de sus adversarios: la aprobación de la reforma eléctrica, la revocación de mandato, la inauguración del aeropuerto Felipe Ángeles y cualquier obstáculo que se presente para avanzar en su proyecto transformacional, alimentarán el discurso divisivo presidencial. Cuenta con fechas claras: IAFA el 21 de marzo y revocación del mandato el 10 de abril. La incertidumbre alrededor de la fecha de votación de la reforma eléctrica beneficia al presidente por que mantendrá a los empresarios en vilo. Veremos una versión refinada del discurso presidencial contra sus adversarios y la inactividad de organismos empresariales (CCE, COPARMEX, etc.) hace más fácil el trabajo.

  4. Dominio del espacio público: el fin de la pandemia -si Ómicron no lo echa a perder- emociona al Presidente. Desea llenar plazas, abrazar a la gente, movilizar aliados. Cuando se opuso a la reforma energética de Peña Nieto le “faltó pueblo” y desea demostrar que ya lo tiene. Encuesta que no se refleja en la calle no vale; hará que cuente el 60% de popularidad con la movilización social. Por eso desea llenar el zócalo el 1 de diciembre y tomar las calles en favor de la reforma eléctrica. Sitiar la Cámara de Diputados o el Senado en los días de la votación eléctrica sería el sueño del presidente-activista social. Lo que inició en 1996 con el bloqueo de pozos petroleros en Tabasco cerraría su círculo 25 años después en el Congreso.


Para el presidente el 2022 es un año que emociona. Tiene causas y fechas claramente definidas y libertad para recorrer calles y plazas, dejarse querer y alimentarse del cariño del pueblo. Con su astucia, sabrá culpar a la pandemia, al neoliberalismo y a sus adversarios, del deficiente crecimiento económico, la inflación y los bloqueos a su agenda de transformación. Esa habilidad ha sido directamente proporcional a la incapacidad de los partidos de oposición y empresarios de articular un mensaje que haga al ciudadano común cuestionar los argumentos del presidente.


Hay mucho en juego en 2022. El presidente lo sabe y se está preparando. El 1 de diciembre, ante un zócalo lleno, el presidente ensayará el discurso de blindaje que dominará al resto de su sexenio. Un López Obrador con prisa y en movimiento, al encuentro de nuevas plazas y nuevas calles.


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